Hace cosa de unas semanas, una mamá me hizo una pregunta que me dejó algo perpleja: ¿Cómo puedo ser buena madre? ¿Y cómo sabré si lo soy? Me costó contestarle, porque nunca le he dado mucha importancia al “como ser…” Creo en la maternidad como un camino que se hace andando, con cambios, aciertos, errores, pero nunca con un “objetivo de excelencia”. Esto me hizo pensar que en otras mujeres están presentes estas dudas.
Ser buena madre: ¿pero eso existe?
Quiero decir, ¿podemos llegar a pensar que existen unos estándares? ¿Hay buenas y malas madres? No creo que exista ni la una, ni la otra. Aunque me agarro más a que ni tan siquiera existan las malas madres…bueno miento, MALAS MADRES las hay, incluso tienen un club, 😉 Si no las conoces, pincha en este enlace) te sorprenderá su ingenio y sus grandes dosis de buen humor.
Y ahora, volviendo al tema que nos ocupa, te diré que nunca he pensado en el término ser buena madre, o al menos para considerar que serlo sea algo factible. Es como cuando se dice “quiero que mi hijo/a sea buena persona”. Bueno, y ¿cómo lo sabrás?. Realmente es muy difícil saber si lo es, entre otras cosas porque el término es muy abstracto. Convencidísima, en que lo mejor es enseñarle los valores ,que crees debe aprender, y luego que vaya andando su propio camino. Educamos como mejor sabemos, con rachas de mayor o menor acierto. Por esta razón cuando escucho a alguien decir, “es que es buena madre”, me muerdo la lengua, porque tampoco voy a estar todo el día de bronca con la gente. Ser justa, firme y a la vez afectuosa son mis tres grandes calificativos al pensar en un madre, y lo mejor es que lo poseemos casi todas. ¿No te lo parece?… y… ¿no es bastante con esto?
La culpa, nuestra enemiga
Una buena amiga que tiene tres hijos me dijo una vez, que se sentía juzgada, que parece como si la maternidad se haya convertido en un espectáculo, de manera que todo el mundo puede juzgar. Es evidente que los métodos a la hora de educar han cambiado y mucho. Ahora tenemos más información. Por ello creo que muchas personas se sienten con la habilidad de sentenciar, o mirar mal si creen que no estás haciendo lo correcto. De esta forma la gente se siente liberada para comentar lo que considera, dando igual si estás conforme o no. Pasa lo mismo que con el fútbol. Todo el mundo opina sobre cómo colocar a los jugadores sin tener mucha idea de táctica de juego. Todos saben de fútbol, y además se jactan de tener la respuesta correcta.
La gran culpable, de que puedas sentirte abatida y dudando sobre tu eficacia como madre, es nuestra querida compañera y gran enemiga de la mujer: LA CULPA. Si quieres saber más pincha aquí, hablo de la culpa que nos suele acompañar cuando tenemos que hacer frente a la maternidad.
También hay que olvidarse del término ser buena madre, como el de madre perfecta, porque ahí permíteme que te diga, eso sí que no existe, y no intentes serlo porque morirás en el intento. Ser buena madre entendido como algo general es obvio, ¿Por qué no vamos a ser buenas? El papel que juega la personalidad de cada una es fundamental, algunas madres son más narcisistas, otras más inseguras, otras más instigadoras, pero no por ello es preciso sentenciar si una es buena o mala madre. Volvemos a lo mismo de antes cuando te decía aquello de ser buena o mala persona. Ante esta cuestión me acuerdo del título de la divertida película de Manuel Summers, “Todo el mundo es bueno” para poner ejemplos.
¿Qué te gustaría poner en tu lista?
Después de pensar en ello y decidida a escribir sobre lo que me sugiere “ser buena madre”, me planteé una serie de calificativos que podría adjudicarlos a la maternidad. La esencia de lo que soy, que marca y delimita mi forma de transmitirlo. La forma de proyectar en mis hijos como me gustaría que fueran en el futuro. Para empezar he pensado en que es necesario:
- Ser fiel a mí misma
- Entender y asumir que NO SOY PERFECTA
- Bye, bye culpabilidad
- No soy amiga de mis hijos, soy su madre
- Cometo errores y aprendo de ellos
- Necesito mi espacio y en ocasiones tengo que permitirme el lujo de vivirlo. Y vivirlo de forma contante y periódica.
- Disfruto de sus juegos y les enseño valores de gratitud, amabilidad, amor.
- Ser paciente, escucha activa, firme, flexible…
Recuerda que madre no hay más que una, y si te quieres posicionar en un bando o en otro, acomódate, porque estás en el bando de las buenas, nunca dudes de ello. Ahora te toca a ti, toma papel y lápiz y escribe ¿Cuáles son tus puntos fuertes, y que inevitablemente proyectas a la hora de educar a tus hijos?
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